Tormenta de Luz reunió la obra de Alfredo De Stefano, las “Cuatro Estaciones” de Vivaldi y la interpretación de La Súper Orquesta en el Parque Rufino Tamayo de San Pedro Garza García.

Los que me conocen hace tiempo saben bien que en el pasado tuve el gusto de trabajar para Alfredo De Stefano, fotógrafo y artista visual con más de 40 años de trayectoria retratando desiertos del mundo.

En ese tiempo no solo me extendió su amistad sino una oportunidad laboral enriquecedora que consistía entre otras cosas al arranque de su fundación Luz del Norte que busca impulsar la fotografía contemporánea de Latinoamérica a nivel intencional

Siempre me causó tanta intriga el cómo un artista tan ocupado y tan ya posicionado en la escena internacional deseaba hacer un hueco en su ya apretada agenda para dedicar tiempo, esfuerzo y recursos a apoyar a otros artistas emergiendo, sobre todo en un ambiente tan competitivo como el que desafortunadamente se ha propiciado en la escena del arte en nuestra región

Hago constar desde mi testimonio, que era este un interés genuino de su parte, no como tantas veces ocurre con tantas fundaciones y asociaciones de “benéficas” que solo benefician en reflectores y curriculum a los fundadores, no, sino una intención clarísima de desarrollar un ecosistema artístico favorable a través de plataformas, vinculación y muchas oportunidades para gente que igual ni conocía.

Tormenta de Luz

Fue una de las experiencias más memorables de mi vida. Muchas veces Alfredo se tenía que ir dos meses al desierto, sin señal ni forma de comunicarse, para continuar con su propio trabajo artístico; entonces me dejaba instrucciones, a su gato, el resto del equipo a cargo, y la libertad de tomar muchas decisiones a su nombre. Cuando tienes 23 años, esto puede ser determinante en tu desarrollo profesional, si, pero también en tu madurez (maduración) y empoderamiento personal (razón por la cual siempre estaré personalmente agradecida)

Cuando supe del proyecto Tormenta de Luz, que reunía no sólo la obra de Alfredo a lo largo de toda su trayectoria retratando desiertos del mundo, junto con la magnífica obra de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, sino que además ocurriría esto en la interpretación de La Súper Orquesta, a la que tengo gran cariño y que me tocó ver nacer desde muy cerca, no pude evitar conmocionarme.

Todo esto en un escenario lo mismo prodigioso que personal de fondo: El Parque Rufino Tamayo, que también viví de muy cerca en su más reciente renovación bajo la dirección arquitectónica de la magistral Claudia Harari, y que también estuve presente y activa en las protestas y petitotorios cuando peligró su vocación original de espacio público. De esta materia de casualidades está llena la vida.

El clima de este fin de semana era ya suficiente buen augurio. Los que somos de Monterrey sabemos que noches como esta solo ocurren unas 10 al año en los entretiempos de Primavera y Otoño. No ha de ser casualidad. Encima el cielo despejado dejaba ver a las estrellas

Yo fui la noche del sábado para la función final de esta breve temporada de tres noches. Me pareció muy cómodo llegar a los perímetros del parque y que me recibiera un Valet Parking bastante accesible en precio por cierto. Al llegar, el photo-oportunity de moda con alfombra roja y fondo de desierto te recibía para la foto. Aquí metió mano también la mejor agencia de de eventos y logística de Monterrey: DESCORCHE.

Llegando me encontré con mi amiga Yanine quien iba a su vez con una amiga suya que por el momento se encuentra en silla de ruedas. Cuando vi la silla rodar libremente sin problemas por los senderos de grava que llevan geoceldas estabilizadoras debajo (y que en la ejecución de la obra civil del parque aumentaron significativamente el presupuesto designado para la renovación de este y que obviamente provocó múltiples discusiones con el cliente en su momento) supe que cada discusión del pasado, había valido la pena.

Te recibía un pequeño paseo gastronómico y de arte, con stands de galerías y puestos de bebidas y canapés. Muchos meseros atendiendo y una zona cómoda de mesas y bancas para conversar y degustar mientras comenzaba la función.

La naturaleza de estos eventos es maravillosa porque es posible provocar el encuentro de gente de varias generaciones y orígenes conviviendo por temas universales en común: El arte, la cultura y el espacio público: No hay nada más democrático que la sombra de un árbol nativo.

Las Cuatro Estaciones de Vivaldi y el desierto

A las 20:45 la tercera llamada: Nos situamos en nuestros lugares y comenzó la experiencia inmersiva. Arrancó La Primavera de Vivaldi bajo la siempre elegantísima dirección de Abdiel Vázquez y la proyección de los desiertos de Alfredo en una pantalla curva de unos 20 metros de extensión.

Es necesario destacar: En cerca de dos horas de espectáculo, no se repitió ni una sola imagen (Más de cuarenta años recorriendo todos los desiertos del mundo es algo que solo Dios, los aviadores y algunos nómadas podrían presumir).

Siguió el verano. Los violines se escuchaban clarísimo a pesar de tratarse de un espacio abierto y una orquesta microfoneada. Cuando exalté este aspecto emocionada, me contaron de la producción que la calidad del audio se debía también a la intervención del ingeniero de audio Alejandro Garza, experto en acústica con estudios internacionales en el tema, quien con equipo y tecnología diseñó una especie de concha acústica virtual con efecto cuadrafónico, de modo que no importaba si estabas sentado en las filas de adelante, atrás o en los laterales: El sonido envolvente te encontraría a donde estuvieras y te atraparía en la atmósfera los desiertos del mundo. Ahí entendí a qué se refería la publicidad que mencionaba “Experiencia Inmersiva”

De las cuatro estaciones noté que dos estuvieron a cargo en el primer Violín por Jimena Escobedo Molina, solista de La Super, quien además iba muy guapa en un vestido blanco espectacular, y las otras dos por Juan José López Campos, solista de la Orquesta Filarmónica del Desierto en Coahuila, también vestido de blanco. Puede sonar cliché o fetiche cuando se platica, pero personalmente me encantó escénicamente esta dualidad femenino-masculino tan real en la vida, las estaciones, la naturaleza…los desiertos. Ambas ejecuciones precisas como es de costumbre con los músicos de La Súper.

Al terminar la cuarta estación, se dio espacio para un pequeño intermedio. En este espacio estirar piernas, rellenar copas, ir al baño… lo de siempre. Al regresar, la parte final de espectáculo: La intervención con IA de las fotografías de Alfredo, y la obra para orquesta y percusiones de Obed Cortez, quien es a la vez miembro de La Súper y de la Filarmónica del Desierto. Esta obra fue intervenida en vivo con electrónicos y sintetizadores por el compositor Salvador Garza-Fishburn. También en esta segunda etapa se dió lectura a un poema escrito por Mercedes Luna Fuentes, en voz de la propia poeta.

Para esta fase el público podía participar interviniendo la obra con unas mangueras que se dejaron en las sillas. Estas al frotarse y girarse en el aire provocaron un efecto sonoro muy peculiar, como de látigo al viento en medio del vacío. Me encantó ver a tanta gente emocionada participando.

Los aplausos no se hicieron esperar. Al final del show la gente continuaba disfrutando de la noche, los espacios y la conversación.

La simbología del desierto

El desierto como concepto nos lleva a una reflexión de lo frágil de la humanidad. El tic-tac del reloj del cambio climático suena cada vez fuerte y la desertificación de los paisajes que antes fueron bosque o pradera es cada vez más acelerada e inevitable. Los únicos que sobrevivirán a esta catástrofe serán por lo visto los pueblos del desierto que siempre vivieron a la merced del sol y la sequía. El desierto es también una lección de resiliencia.

Y el fuego es así: Ama a quien no le tiene miedo.

Celebro desde esta trinchera el encuentro y colaboración de grandes instituciones y mejores personas que lograron provocar esto: Alfredo De Stefano con la idea original y su obra; La Súper Orquesta, de maestros y egresados de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, su más valioso patronato, apoyando y sosteniendo todo, la agencia Descorche en la producción general del evento, y todas las personas “invisibles” que hacen de la excelencia una norma en un mundo de primaveras con esquinas rotas

…Y pensar que estuve “a dos” de no ir…

¡Que se repita!

 


 

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