En la década de 1960, el espectáculo mexicano vio el surgimiento de una de sus estrellas más influyentes: Fanny Cano, una actriz de una belleza innegable que capturó la atención del público. Su historia es el relato de una mujer que buscó trascender la etiqueta de “símbolo sexual” para encontrar su propio camino, tanto en el arte como en la vida terrenal y espiritual.


Nacida en Huetamo, Michoacán, el 28 de febrero de 1944, Fanny Cano, cuyo nombre real era María Francisca Isabel Cano Damián, fue la segunda de seis hermanos en una familia con fuertes principios. 

La belleza de Fanny Cano era tal que, según su hermano Francisco, le causaba inseguridad. Fanny sentía que la gente solo veía su físico, sin interesarse en su alma. Este sentimiento la acompañaría a lo largo de su carrera.

La vida de Fanny Cano dio un giro inesperado en 1962, mientras estudiaba psicología en la universidad nacional cuando la descubrió el reconocido periodista Jaime Valdez al ganar el certamen de Reina de los Estudiantes. Valdez, con su agudo instinto para descubrir talento, había encontrado una estrella nata. La fama llegó de inmediato a la vida de Fanny Cano, con su rostro en todos los periódicos y un pequeño papel en la película El cielo y la tierra. Su debut formal se dio compartiendo escena con Mario Moreno “Cantinflas” en Entrega inmediata (1963), y pronto el diario capitalino Excélsior la coronó con el título de “La mujer más hermosa de México”.

Escena de Rubí

Fue su rol como antagonista en la telenovela La mentira (1965) lo que la consolidó, aunque papel cumbre de su carrera llegó con Rubí (1968). En este melodrama producido por Ernesto Alonso, Fanny encarnó a la protagonista de la famosa historieta de Yolanda Vargas Dulché, una mujer cruel y ambiciosa que usa su belleza con fines sórdidos. Fanny interpretó a Rubí con una convicción que la inmortalizó, sin embargo, su humanidad era tan profunda que, en los cortes, se disculpaba con su compañera,  Irma Lozano, por los crueles insultos que su personaje le decía, mostrando la clara dicotomía entre la actriz y el personaje.

Buscando la Trascendencia.

La vida personal de Fanny Cano contrastaba con la imagen pública de mujer fatal. La década de los setenta marcó una época de cambio para ella. Redujo su trabajo en el cine y el teatro para dedicarse al yoga y la meditación, disciplinas que adoptó por invitación de su amiga, la actriz Elsa Aguirre. 

La espiritualidad se convirtió en una parte central de su vida, influenciada por sus viajes a la India, adoptando creencias como la reencarnación y prácticas holísticas. Su profunda conexión con lo trascendental la hizo, según cuentan, presentir su propia muerte, un detalle que añade un halo de misterio a su historia.

En 1973, Fanny conoció a Sergio Luis Cano, funcionario público. El compartir apellido les pareció un presagio. Se casaron en 1980, y Fanny se retiró del espectáculo, deseando dedicarse de lleno a su matrimonio  y vida espiritual. 

El 30 de noviembre de 1983, Fanny le expresó un extraño presentimiento a su hermano Francisco: “Me siento extraña”, le dijo, y entre otras cosas, le dejó dos cheques firmados “por si no regresaba”. A pesar de su inquietud, ella se embarcó en un viaje a Europa para luego dirigirse a la India. El 7 de diciembre de 1983, Fanny Cano falleció en el aeropuerto de Madrid- Barajas donde colisionaron en pista un avión de la extinta aerolinea Aviaco y el aparato de Iberia en el que Fanny viajaría a Roma. Los restos de Fanny Cano fueron repatriados a México, donde fue sepultada en el Panteón Jardín de la capital. 

Fanny Cano es recordada como una mujer que, detrás del fulgor de las cámaras, buscó la verdad en su interior y persiguió una vida de autenticidad y trascendencia. Su historia es un recordatorio de que la belleza exterior es efímera, pero el legado de un espíritu noble perdura siempre.

Fanny Cano

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