Volahora en Yakarta. Andalucía Florece en Arte Batik

La exposición de Volahora en Yakarta tiende un puente cultural entre España, a través de la tradición artística de Andalucía y el arte milenario de Indonesia.

Volar de Nueva York a Yakarta no es un viaje menor. Sin embargo, en cuanto crucé las puertas de la galería aquella noche, el cansancio del trayecto desapareció. Había llegado, por invitación de Beatriz Ballesta, de Ballesta Comunicación, para asistir a la exposición de la artista española Rocío Tovar, más conocida como Volahora —y lo que me esperaba era mucho más que una muestra de arte. 

Era un puente cultural, un encuentro entre España e Indonesia donde la memoria, la identidad y la belleza se entrelazan. La sala vibraba de curiosidad. Diplomáticos, coleccionistas, jóvenes estudiantes de arte y figuras de la sociedad, atraídos por la expectación, compartían un mismo aire de descubrimiento. La Oficina Española de Turismo, que presentó el evento, dejó clara su apuesta por el intercambio cultural con una presencia notable. 

Esto iba más allá de la promoción: era una declaración sobre cómo el arte y el patrimonio pueden conectar a personas a través de los continentes. 

A veces basta una imagen para volver a sentirte ahí. Para volver a tí.
ROCÍO TOVAR ‘VOLAHORA’

Iconos de Andalucía en Batik.  Volahora crea con la milenaria técnica indonesia, láminas que ilustran sitios como La Giralda de Sevilla, La Alhambra de Granada, La Mezquita-Catedral de Córdoba y otros sitios icónicos andaluces. 

En Indonesia, el Batik es más que una técnica artística: es espiritualidad, memoria, identidad y estética.

Curso de Batik en Ubud, Bali, Indonesia.

En el corazón de todo se encontraban las obras de Rocío Tovar, luminosas y potentes, cada una representando un sitio o monumento emblemático de Andalucía. Desde hace casi una década, el Batik es su lenguaje artístico: lo conoció viajando por Asia, lo perfeccionó en Bali y lo reimaginó en su Andalucía natal.

En Yakarta, dejó que las grietas propias del proceso de teñido hablaran de resiliencia, mientras que las flores y colores andaluces laten con energía y renovación. Cada pieza llevaba un doble pulso: el ritmo del Batik y el espíritu de Andalucía. Lo que más me impresionó fue el diálogo natural entre ambas tradiciones. En Indonesia, el Batik es más que una técnica: es espiritualidad, memoria, identidad. En Andalucía, el legado de Al-Ándalus vive en la arquitectura, la música y las tradiciones cotidianas. 

El arte de Volahora no fusionó estos mundos, sino que les permitía florecer uno al lado del otro. Frente a sus lienzos, no contemplaba una mezcla, sino una conversación respetuosa entre dos culturas que se reconocen mutuamente. Las palabras inaugurales pusieron voz a este espíritu.

El embajador de España en Indonesia, Excmo. Sr. Bernardo de Sicart-Escoda, habló de Andalucía como un cruce de caminos donde la belleza siempre ha florecido gracias al intercambio. La doctora Bárbara Ruiz-Bejarano, de la Fundación Las Fuentes, recordó que Al-Ándalus no son sólo monumentos, sino un patrimonio vivo presente en la cerámica, los tejidos, la gastronomía e incluso en los ritmos de la vida diaria. En Yakarta —capital del país musulmán más poblado del mundo— esas palabras resonaban con especial fuerza.

Atravesando un portal entre Andalucía y Yakarta; un puente entre España e Indonesia.  
Javier Aparicio, Wendell Figueroa Ruiz, Beatríz Ballesta y Rocío Tovar.

La exposición también era una invitación silenciosa a viajar. Así como el Batik transmite la memoria de generación en generación, Andalucía conserva el legado de Al-Ándalus. Más allá de la Alhambra o la Mezquita-Catedral de Córdoba, se recordaba a los visitantes que España guarda casi cuatro mil enclaves andalusíes, incontables castillos y pueblos vibrantes donde la historia aún respira. La muestra sugería que descubrir Andalucía no es solo contemplar su pasado, sino entrar en un diálogo vivo que sigue dando forma al presente.

A lo largo de la velada, observé cómo cada visitante se aproximaba a las obras de manera distinta. Algunos se inclinaban para seguir con la mirada las finas grietas, como si recorrieran cicatrices de la historia; otros se dejaban envolver por la fuerza de los colores. La propia artista, cercana y elegante, hablaba de la exposición como un círculo que se cerraba: su descubrimiento del Batik como joven viajera en Asia, y su regreso ahora a Indonesia con una obra impregnada del espíritu de su tierra natal. Como ella misma lo describió, era un sueño cumplido.

Cuando finalmente salí a la noche húmeda de Yakarta, con la ciudad vibrando entre motocicletas y vendedores callejeros, me llevaba conmigo más que el recuerdo de una exposición. Llevaba la certeza de que la cultura no es estática ni conoce fronteras. Viaja, se transforma, florece.  En Andalucía Florece en Arte Batik, Volahora, no nos ofreció solo imágenes, sino una experiencia de conexión —una que hizo que la distancia entre Nueva York, Andalucía y Yakarta pareciera, por un instante, sorprendentemente pequeña.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *