
De la toga al pantalón. Carlomagno y la moda masculina
Durante siglos, la toga romana había sido el emblema de la civilización y el poder. Sin embargo, con el ascenso de los francos y la consolidación del Imperio Carolingio bajo el liderazgo de Carlomagno (742/747 – 814 d.C.), la moda masculina experimentaría una transformación radical, despidiéndose de la holgura clásica para abrazar la funcionalidad y la practicidad de los pantalones y las prendas ceñidas.
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Carlomagno, emperador franco carolingio, tuvo un gran impacto en la transición de la cultura occidental desde los usos y costumbres de la antigua Roma a lo que asumimos como medieval y la moda no podía quedarse de lado.
La transición de las prendas masculinas holgadas a las ceñidas bajo el imperio de Carlomagno no fue meramente estético; reflejó profundos cambios sociales, políticos y climáticos. La toga, ideal para el clima mediterráneo y la vida sedentaria de las ciudades romanas, resultaba poco práctica para las duras realidades de la Europa de la Alta Edad Media. Los guerreros francos, acostumbrados a cabalgar y a moverse con agilidad en climas más fríos, siempre habían preferido vestimentas que les ofrecieran libertad de movimiento y protección. Sus atuendos típicos incluían túnicas cortas, calzones o bracas (pantalones) y capas que se ajustaban al cuerpo.
Carlos “El Grande”, Carlomagno, un líder que cabalgaba al frente de sus ejércitos y valoraba la eficiencia militar, encarnaba este nuevo ideal. Aunque se dice que, en deferencia a las costumbres romanas y por respeto al Papa (quien lo coronó emperador el día de navidad del año 800), a veces usaba una túnica larga en Roma, su vestimenta habitual, y la de su corte, distaba mucho de la toga.
Las descripciones de su atuendo, como las de su biógrafo Einhard, nos hablan de una vestimenta práctica: “vestía a la manera de los francos, con camisa y calzones de lino, después una túnica con ribetes de seda y, por encima, una capa; se ceñía con una espada, cuya empuñadura y vaina eran de oro o plata”. Esta descripción es clave: los calzones o pantalones son la pieza central del cambio.
De la vida urbana a la rural
La adopción generalizada de los pantalones en Europa fue una respuesta lógica a las necesidades de la época. Para la caballería, los pantalones ofrecían protección contra el roce y el frío, y permitían un mejor agarre al caballo.
Para la vida en el campo y las actividades militares, eran superiores a la toga en términos de movilidad y resistencia. Además, el clima del norte de Europa hacía que las prendas más ajustadas y estratificadas fueran mucho más adecuadas para mantener el calor corporal.
Las túnicas también evolucionaron, acortandose y volviéndose más ceñidas al cuerpo. Se combinaban con las bracas y se complementaban con medias y bandas enrolladas alrededor de las piernas, creando una silueta más compacta y funcional. Los materiales, aunque variados, solían ser lanas gruesas, lino y pieles, adaptados a la rudeza de la vida diaria.
Este cambio en la indumentaria masculina simbolizó el fin de una era romana y el amanecer de una nueva identidad europea, marcada por la influencia de los francos y las exigencias de un imperio en constante expansión.
La figura de Carlomagno, el emperador que unió vastos territorios y promovió una cultura que fusionaba elementos romanos, germánicos y cristianos, es el perfecto ejemplo de esta transición. Su moda, práctica y arraigada en la funcionalidad militar y el clima europeo, no solo definió la estética de su tiempo, sino que sentó las bases para la indumentaria masculina en los siglos venideros, desterrando para siempre la toga de los armarios europeos y dando paso a la hegemonía del pantalón.