
Yuja Wang, hechizando a través del piano
Yuja Wang debutó en la Ciudad de México, en el Auditorio Nacional, como directora de la Mahler Chamber Orchestra en un recital pianístico sin precedente.
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La pianista nacida en Pekín, en el seno de una familia de músicos, recibió su formación inicial pianística durante la infancia. Posteriormente en Canadá perfeccionó sus estudios y en el Curtis Institute of Music, con Gary Graffman. The Financial Times afirma que Yuja Wang destaca por su arte interpretativo a base de una técnica tan pulida dando la impresión de tener facilidad. Su gama cromática y gran potencia permite una musicalidad que va siendo, hoy en día, cada vez más profunda y transporta al mundo creativo del compositor con una inmediatez irresistible
Yuja Wang demuestra vitalidad, precisión, honestidad y profundidad lírica como ningún otro pianista. Realiza ejecuciones impecablemente ágiles con fuerza interpretativa que ha conquistado los grandes escenarios mundiales, como Carnegie Hall y el Royal Albert Hall. Ha sido acompañada por grandes orquestas y desde 1997 la Mahler Chamber Orchestra.
En 2007 reemplazó a Martha Argerich como solista de la Orquesta Sinfónica de Boston. Dos años después firmó contrato exclusivo con Deutsche Grammophon y, desde entonces se ha consolidado como una ejecutante aclamada por la crítica con numerosas grabaciones y actuaciones. En 2021 recibió un premio Opus Klassik, por su estreno mundial del concierto de John Adam “Must the Devil Have All the Good Tunes?” con la Filarmónica de los Ángeles, dirigida por Gustavo Dudamel.
El pasado 7 de junio debutó en la Ciudad de México, en el Auditorio Nacional, como directora de la Mahler Chamber Orchestra, desde el piano. Ejecutó la Obertura “Coriolano” de Ludwig van Beethoven, de Frédérik Chopin el Concierto completo número 2 en Fa menor Op. 21; el concierto de cámara en mi bemol, “Dumbarton Oaks” de Igor Stravinski; el Concierto número 1 en Si bemol menor Op.23, de Piotr Illich Tchaikowsky.
Una artista sin igual
Empecemos diciendo que Yuja Wang es Yuja Wang y como ella no hay otra. Es, en toda la extensión de la palabra, espectacular. La dulzura expresiva, lo mismo que la fuerza apabullante y vital con que presiona las teclas del piano la hacen única. Todo en ella es armonía: tiene un cuerpo maravilloso que sabe aprovecharlo, ya sea ladeando ligeramente su delicado cuello para imprimir toques sutiles al teclado, lo cual comunica una dulzura impecable, o bien adelantando su cuerpo hacia el piano para irrumpir el silencio con acordes y escalas de gran vitalidad, precisión y majestuosidad.
Su ejecución es impecable y extraordinaria. Sus manos de dedos esbeltos y alargados se abren y cierran con una agilidad impresionante para pulsar las teclas negras y con gran rapidez desciende a las teclas blancas, dejando al espectador impávido, con chispazos de electricidad que recorren nuestro cuerpo y hacen estremecernos. Los movimientos de sus brazos, de los antebrazos y el juego que imprime a sus muñecas son pulcrísimos y le permiten a Yuja Wang dar tonalidades específicas; brindar una mágica musicalidad a la serie de notas que se encadenan elegantemente. Es una maestra de este tan solemne, tan magnéticamente bello instrumento: el piano.
Wang es la diva del piano porque lo domina, lo conquista, lo mismo hace cantar al instrumento que decantar arias profundamente emotivas y filosóficas. Su ejecución es tan bien lograda que nos comunica con aparente facilidad la intención poética de los compositores a quienes interpreta, con estas obras maestras para el instrumento que, desde mi punto de vista, es el instrumento por excelencia; el rey de todos los instrumentos.
El recital
La Obertura “Coriolano” de Beethoven la interpretó luciendo un discreto y elegante vestido negro corto con flequillos, ante el elegantísimo piano negro de cola Steinway and Sons. Esta obra es solemne, profunda, que exalta el alma con estos tintes definitivos que van in crescendo para luego devenir en melodía tranquilizante que después se romperá en decididos acentos que impregnan de urgentes e incisivas notas acentuadas en el estilo romántico de Beethoven.
Posteriormente Yuja Wang dirigió e interpretó el Concierto para piano número 2 en fa menor, opus 21, de Chopin, una composición exquisita, la cual puede considerarse una meditación inspiradora caracterizada por los reconocibles trinos que demandan una ejecución rápida cual aleteo que mantiene en suspenso a un colibrí, fácilmente reconocibles en la obra de este compositor, que invitan a elevar el espíritu.
Quiero en particular referirme al segundo movimiento en el que fui testigo de aquellas manos magníficas, ágiles pero tenues de Wang que impregnan de una tesitura y coloratura que recuerda claroscuros de una noche de tranquila de luna llena brillante. Yuja Wang me enamoró de maneras inesperadas, al interpretar esta obra que constituye una caricia al alma por su armonía delicada e inspiradora; es un aria que susurra al oído lo mismo que desgrana pasión e intensidad. La interpretación de Wang es de otro mundo.
Hechizando con las teclas
Después del intermedio, la orquesta de cámara Mahler interpretó el Concierto en mi bemol, de Stravinski. Posteriormente, tras una pausa para reacomodar el piano en el centro del escenario, la cual se percibió larga y molesta, pero que bien valió la pena tolerar para que el personal realizara las maniobras para volver a desplazar el piano al frente de la orquesta para que apareciera luego Yuja Wang interpretando y dirigiendo a la orquesta, desde el Steinway and Sons, el Concierto número 1 de Tchaikowsky, enfundada en un vestido largo de color amarillo entallado tipo strapless, con abertura posterior y montada en unos tacones negros muy altos.
Esta obra es solemne, profunda, exaltada, que demanda un exigentísimo virtuosismo por las escalas que recorren todo el teclado que suben y bajan que van de las notas bemoles a las naturales. La exigencia aumenta porque no es nada fácil dominar el tempo exacto para levantarse del asiento para dirigir a la orquesta y volver rápidamente a sentarse con las manos en posición exacta para atacar las teclas y desgranar la armonía correspondiente.
La fascinación que generó Yuja Wang a cargo de la ejecución pianística y la dirección de la orquesta fue tal que el público no dejaba de aplaudir y ovacionar; definitivamente estaba deseoso de escucharla todavía más.
Wang generosamente accedió a la petición del público y deleitó con una obra de Philip Glass, “Estudio número. 1”, una pieza profunda, dramática, de tintes meditativos y muy ágil; después, el Danzón número 2, de Arturo Márquez, obra que tentó a más de una persona a seguir el ritmo con aplausos, pero se abstuvieron, ya que resultó más conveniente respetar el momento de Wang para explayar su energética y magistral técnica y mostrar su gran conexión espiritual con la candencia elegante y luminosa de esta bellísima pieza del compositor mexicano. Todos estábamos embelesados y agradecidos. Queremos más eventos de suprema calidad como este que ha brindado una intérprete como Wang, de magnífica talla internacional.
No resta más que expresar mi profunda gratitud a Yuja Wang y la orquesta de cámara Mahler por tanta belleza, por la enorme pasión y talento.