Yakarta vía Seúl: Perlas de Asia llenas de bellos contrastes

Acompáñame en este viaje de ocho días en el palpitante corazón de Indonesia con una escala de 24 horas en la vibrante y ultramoderna capital de Corea del Sur. Tradición, colorido, misticismo, tecnología y un par de escenas gastronómicas que deleitarán tus sentidos. Este viaje promete una inmersión profunda en dos de las ciudades más cautivadoras de Asia, cada una ofreciendo una experiencia única y memorable.

Yakarta y Seúl. Asia y sus maravillas. Acompáñame en una aventura inolvidable de ocho días que comienza con una fascinante escala de 24 horas en la vibrante y ultramoderna Seúl. Sumérgete en un torbellino de tecnología de punta, moda innovadora y una escena gastronómica que deleitará tus sentidos, todo ello mientras exploras palacios antiguos que susurran historias de dinastías pasadas. Esta breve pero intensa inmersión en la capital surcoreana es solo el preludio de la principal aventura que te espera: ocho días de exploración en la extensa y dinámica metrópolis de Yakarta.

Prepárate para descubrir el corazón palpitante de Indonesia, una ciudad de contrastes cautivadores donde los rascacielos imponentes se alzan junto a los mercados tradicionales, y la rica herencia cultural de la nación se fusiona con una energía cosmopolita imparable. Este viaje promete una inmersión profunda en dos de las ciudades más cautivadoras de Asia, cada una ofreciendo una experiencia única y memorable.

FOTO. Andrea De Santis

24 horas en

Seúl

Entre la serenidad de sus palacios y la energía de sus calles, la capital de Corea del Sur revela su alma en un día, transformando una escala en una aventura inolvidable.

Las escalas suelen percibirse como interrupciones, pero a veces se convierten en regalos inesperados. Recientemente pasé 24 horas en Seúl, Corea del Sur, rumbo a Yakarta, y aproveché esta breve parada para convertirla en un viaje cuidadosamente curado. Entre palacios centenarios, comidas inolvidables y el pulso de calles iluminadas por neón, la ciudad mostró justo lo suficiente de su espíritu como para dejarme con ganas de más. Habiendo visitado Seúl en varias ocasiones, evité la presión de llenar demasiado el itinerario, y aun así disfruté la ciudad a plenitud.


Folclore, tradición, sabor y modernidad. 
La capital de Corea del Sur tiene en cada uno de sus distritos un sinfín de historia, colorido y cosas interesantes, siendo una de las ciudades más vibrantes de Asia y una de las ciudades más sofisticadas del mundo. 

La comodidad fue clave, y Seúl lo hizo todo muy fácil. Al aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Incheon, tomé el tren expreso AREX, un enlace moderno y cómodo que me llevó al corazón de la ciudad en menos de una hora. Con el tiempo como mi recurso más preciado, la rapidez y simplicidad de este traslado me permitió concentrarme en lo realmente importante: aprovechar cada momento de mi corta estadía.

Mi llegada a primera hora de la tarde me llevó a Myeongdong, un distrito que parece brillar con energía inagotable. Boutiques de belleza, tiendas de moda y puestos de comida callejera crean una atmósfera adictiva. Los aromas de hotteok y tteokbokki picante se mezclaban con el bullicio de los compradores y el atractivo brillante del neón. Caminando por esas calles concurridas, me sentí parte de una especie de espectáculo urbano, donde el placer y el descubrimiento se entrelazan.

Al llegar la hora de la cena, me entregué a uno de los grandes placeres de Seúl: la exquisita barbacoa coreana en Wangbijib, un restaurante muy apreciado por locales y visitantes. Allí, cortes de carne marmoleada se cocinaban a la perfección en la mesa, cada bocado acompañado por un desfile de acompañamientos—kimchi (repollo fermentado), rábanos encurtidos, verduras sazonadas y salsas delicadas que añadían capas de sabor. No era solo una comida, sino un ritual, profundamente social y sumamente gratificante.

A la mañana siguiente comencé visitando el Palacio Gyeongbokgung, la monumental residencia de la dinastía Joseon. Sus vastos patios y pabellones ornamentados susurraban historias de un pasado regio, mientras la ceremonia del cambio de guardia aportaba un toque teatral al aire matutino. Allí, no pude evitar reflexionar sobre cómo Seúl equilibra el respeto por su historia con el ritmo de la vida moderna.

A pocos pasos, el Museo Nacional del Folclore de Corea ofrecía una perspectiva más íntima. Sus exposiciones de objetos cotidianos, artesanías tradicionales y exposiciones inmersivas ilustraban la resiliencia y el arte de la cultura coreana. En el espacio de un corto paseo, pasé de la grandeza imperial a la belleza de la vida cotidiana, dos facetas de la tradición profundamente conectadas.

Al mediodía, era hora de regresar. Una vez más, el tren exprés me llevó de vuelta a Incheon, mientras el paisaje urbano pasaba veloz por la ventana como un montaje final de impresiones. El trayecto no solo fue práctico, sino también reflexivo, dándome tiempo para asimilar lo que Seúl me había mostrado en tan breve estancia: una ciudad regia y moderna, estructurada pero espontánea, profundamente arraigada y en constante evolución.

Partir tras tan corta visita dejó un sabor agridulce, como saborear solo el primer sorbo de un buen vino. Sin embargo, en esas 24 horas, Seúl me ofreció elegancia, vitalidad y calidez. Para el viajero de paso, mi consejo es simple: sal del aeropuerto. Incluso en un solo día, Seúl recompensa con recuerdos que permanecen mucho después de que termina la escala.

Seúl me ofreció elegancia, vitalidad y calidez. Incluso en un solo día, la capital surcoreana recompensa con recuerdos que permanecen mucho después de que termina la escala.

Instalación de luminarias típicas. Museo Nacional del folclore de Corea.

YAKARTA

Una guía de ocho días para conquistar la vibrante capital de Indonesia sin sentirse abrumado.

Yakarta es una ciudad que exige intención. Con más de treinta millones de habitantes en su área metropolitana, puede resultar abrumadora para el viajero que llega sin rumbo. Pero cuando se aborda con un plan bien diseñado, la capital de Indonesia se revela como un destino fascinante donde historia, cultura, gastronomía y modernidad conviven en un mosaico vibrante. Mi secreto para descubrirla fue sencillo: dedicar ocho días cuidadosamente planificados para saborearla sin prisas.

Ciudad vieja de Yakarta

Atardecer en Kota Tua, “ciudad vieja” de Yakarta

El corazón de la ciudad late en torno al Monumento Nacional, el imponente Monas que se alza sobre la Plaza Merdeka como símbolo de la independencia indonesia. Desde su mirador, la panorámica muestra la esencia de Yakarta: rascacielos modernos, vestigios coloniales y barrios en constante movimiento. Muy cerca, dos templos de fe se miran frente a frente: la monumental Mezquita Istiqlal, la mayor del sudeste asiático, y la Catedral de Yakarta, con su arquitectura neogótica heredada de la época colonial. 

Para comprender en profundidad la historia y diversidad del país, nada como el Museo Nacional de Indonesia. Sus colecciones recorren milenios: desde piezas prehistóricas hasta manuscritos islámicos y obras maestras del arte tradicional. Es un espacio que no solo informa, sino que inspira, con una museografía impecable que resume el alma de un archipiélago tan vasto como diverso. El Viejo Yakarta, Kota Tua, fue otro de mis puntos de partida favoritos. Sus calles adoquinadas y edificios restaurados narran siglos de historia. 

Allí se encuentra Café Batavia, un clásico indiscutible que combina cocina refinada con un ambiente colonial irresistible. 

Es un lugar donde la experiencia trasciende al plato: sentarse en su salón de época es viajar en el tiempo. 

Afuera, la Plaza Fatahillah vibra con artistas callejeros, familias y la vitalidad de una ciudad en permanente transformación. Los museos de esta zona completan el retrato de la ciudad. 

El Museo Fatahillah revela episodios de su pasado colonial, mientras que el Museo Wayang celebra el arte ancestral de las marionetas de sombra, símbolo de la tradición cultural indonesia. 

Un corto paseo lleva al puerto de Sunda Kelapa, donde los barcos de madera siguen descargando mercancías como lo hacían hace siglos, un testimonio vivo de las rutas marítimas que dieron forma al archipiélago.

Yakarta no siempre es fácil, pero para el viajero que se prepara con cuidado, se convierte en un destino generoso, lleno de contrastes y recompensas.

La diversidad cultural de Yakarta también se despliega en Taman Mini Indonesia Indah, un extenso parque cultural que reúne réplicas de casas y templos de todas las provincias del país. Es un viaje dentro del viaje, un vistazo a la magnitud de la nación.  Para quienes disfrutan de las compras con alma local, el mercado Pasar Mayestik ofrece textiles, batik y artesanías únicas.  Las noches, en cambio, merecen un toque gastronómico: desde la elegancia de Plataran Dharmawangsa 

hasta el bullicio marisquero de Bandar Djakarta, cada cena fue una puerta a nuevas memorias. La Yakarta contemporánea también se expresa en el arte y el estilo de vida.  El Museo MACAN, dedicado al arte moderno y contemporáneo, se ha consolidado como referencia en Asia, con exposiciones tanto indonesias como internacionales. 

La experiencia de compras refleja la dualidad de la ciudad: Grand Indonesia seduce con firmas de lujo, mientras Thamrin City desborda energía popular y gangas irresistibles. La gastronomía, en todas sus formas, añade matices: desde los satay (pinchos de varias carnes) perfectos de Sate Khas Senayan hasta los platos especiados de Padang en Sari Bundo.

Y no puedo dejar de mencionar una cena muy especial: en mi última noche en la ciudad, mi amigo Jonathan Tunas me invitó, junto a mi amiga Beatríz Ballesta, a Pot Boy Aru, un restaurante de fusión asiática que sorprende con combinaciones audaces y memorables.

Entre esta experiencia y la elegancia intemporal de Café Batavia, Yakarta me regaló un recorrido culinario tan diverso como la ciudad misma. Todo esto fue posible porque tracé un plan de ocho días pensado al detalle, que me permitió equilibrar historia, arte, cultura y gastronomía sin sacrificar profundidad. Yakarta no siempre es una ciudad fácil, pero para el viajero que se prepara con cuidado, se convierte en un destino generoso, lleno de contrastes y recompensas. Conocerla a fondo no es solo viajar: es conectar con el alma vibrante de Indonesia.


Contrastes.  La capital de Indonesia es punto de encuentro de las diversas culturas que han tenido contacto e influencia con el archipiélago.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *